El siglo XIII puede considerarse clave en el inicio o nacimiento de un asentamiento estable, que daría lugar a hablar por primera vez como dato histórico, de una comunidad de vecinos situados en un lugar y una denominación concreta. Puede que ese asentamiento viniera como consecuencia de un largo período iniciado en el siglo XII o antes, no lo sé. Lo que está claro es que con la tranquilidad que daba la victoria de Fernando III a los musulmanes, la reconquista definitiva de la Ciudad de Trujillo y la implantación también definitiva del cristianismo (la virgen de La Victoria, según la leyenda tuvo mucho que ver en todo ello), Trujillo como ciudad comenzó a desarrollarse poblacional y económicamente.

Es D. Clodoaldo Naranjo en su libro «Trujillo, sus hijos y sus monumen­tos», quien afirma la existencia de este núcleo en 1289, incluyéndolo en un listado de poblaciones.

Aunque el cristianismo se había impuesto, algunos moriscos tardaron en abandonar el lugar y la pregunta viene a mi mente: ¿eran cristianos o moros los primeros habitantes asentados en estas fértiles tierras?

Es fácil que fueran los segundos aunque poco a poco fuesen abandonando y situándose en los alrededores hasta desaparecer definitivamente por muerte.

Algo de esto nos lo puede confirmar los distintos restos mozárabes en el paraje conocido como La Mora y en sus alrededores. La Mora está situada entre vías pecuarias o caminos rurales tales como: la cañada real De la Plata, el camino de Huertas a Torreaguda y la calleja Ramiro y ambas confluyen en el paraje conocido hoy como Charco de la Tía Rentera y que fuera lavadero público hasta mediados del siglo XX.

Nacimos y crecimos tan rápido que en 1450 hay documentos que hablan de esta tierra nuestra como una población concentrada, dándola la denominación de arrabal. Y es que en estos hermosos valles crecía todo, la fertilidad abarcaba a todo ser viviente incluidas las personas.

Evidentemente, este crecimiento sería desordenado. La comunicación era a través de callejas, quizás con algún nombre llegado hasta nuestros días y fruto de las mismas, irían apareciendo los nombres de los barrios más significativos: calleja del Regajo, la del Llano, la de la Regajilla, la del Altozano, quizás más adelante, la de la Iglesia, la de la Lancha, la de Arriba, etc.

Es curioso, pero ya en la Ciudad se comenzaban a empedrar las calles, fundamentalmente por el aspecto higiénico y como no por mejor tránsito. Se penaba ya el arrojar basuras y se obligaba a hacerla en los llamados «muladares».

Quiero pensar que nuestras callejas tardaron mucho tiempo en considerarse calles, atendiendo a su enrollado y adecentamiento.

Los cerdos eran los amos de las calles y también se multaba por ello. A nosotros creo que tampoco nos afectaría mucho esa orden, y nuestros cerdos andarían a sus anchas por las callejas, ya que tampoco tendríamos aun los «guardas de calles y los corraleros».

Los huerteños vivirían una vida más o menos anárquica, libres quizás de muchas ataduras legales aunque lógicamente, bajo el control del poder central que en ningún momento dudó de esa atadura, para no dejamos crecer con excesos de libertad.

A mediados del siglo XV van a aparecer unos personajes en la vida de los huerteños, que pueden cosiderarse como básicos para entender una de las raíces más importantes de nuestro pueblo: lo religioso. Me estoy refiriendo a la Orden de los Dominicos, encargados al parecer de evangelizar a estos hortelanos y de transmitir una costumbre que canalizó la religiosidad huerteña: rezar todos los días el santo rosario a favor de las ánimas del purgatorio.

¿Pero quienes eran los dominicos? Orden religiosa de la iglesia católica fundada en 1214 por Sto Domingo de Guzmán en Toulouse (Francia), aunque su nombre completo sería el de Orden de los Hermanos Predicadores. Su misión era luchar a través de la enseñanza y la predicación, contra las herejías de aquellos años. El Papa les había otorgado no sólo el privilegio de predicar sino también el de escuchar confesiones en cualquier lugar. Anunciaban fundamentalmente una vida austera, hasta tal extremo que hasta bien entrado el siglo XV no se les autorizó a tener casas propias. Era por tanto una orden mendicante.

El rezo del rosario se remonta al siglo XII con Santo Domingo y se convertiría en el «brevario de los pobres», para todos aquellos que no conocían el latín. Era una oración s encilla, fácil de recitar por todos los cristianos (de la Hoja Parroquial de Huertas).

En 1600 hay datos que confirman la existencia de un grupo de baile, más o menos organizado, que participaba en las fiestas del Corpus en Trujillo, que como hemos visto, era la fiesta más importante del año. Por lo tanto, la tradición del baile folklórico ya tiene sus años.

Las primeras alquerías (Regajo, Valfermoso, etc.) ya eran pequeños barrios a los que se unían otros como Las Casas del Llano, Del Santo, Del Obispo. La gente iba adquiriendo terrenos y construyendo su pequeña casa y su huerto. Había una línea natural donde no se construía que delimitaban perfectamente los barrios de la periferia (Lancha Vieja, Obispo, Del Santo y Casas del Llano) con los originales del Regajo, Valfermoso y posteriormente Iglesia, Lancha Nueva, etc. Me estoy refiriendo al vergel que existía desde el Resbaladero hasta el Regajo (agua, huertos, verde). Las veredas primero, callejas después y posteriormente calles servían de comunicación.

Sin embargo, posteriormente, la mayor concentración de gente y el crecimiento más rápido se produciría a partir de la Iglesia hacía la Lancha Nueva, el Altozano y La Plaza.

Adquiríamos tal importancia que hasta el obispado de Plasencia se acordó de nosotros y decidió construir en el Barrio del Obispo La Cilla: un edificio o local donde almacenar el grano y demás productos que se recaudaban en la comarca de Trujillo. Me estoy refiriendo a los diezmos y primicias recolectados en tierras «truxillenses» por el obispo y cabildo de Plasencia. Luego sería casa parroquial y despues mas cosas.

Las cofradías tienen su origen en la edad media. El hombre siente la necesidad de vivir las devociones en comunidad, así como cualquier acto relacio­nado con lo divino. Estamos hablando de una religiosidad popular que venía proliferando en todos estos siglos y que en nosotros caló en el XVIII, quizás porque ahora la población era mayor y necesitaba organizarse en todos los órdenes de la vida.

Alguien escribió que «las cofradías y hermandades nacen a veces motivadas por un reforzamiento y apoyo solidario del gremio o grupo social, articu­lando de manera eficaz sus intereses y como apoyo mutuo en momentos difíciles».

Y si hablamos de cosas propias no nos podemos olvidar del cerdo, compañero inseparable del huerteño. Y es que la cosa viene de atrás. En 1752 ya se mataban hasta 139 cerdos, teniendo que pagar impuestos a Trujillo por un importe de 548 reales. Lógicamente este rico animal no podía faltar en nuestra dieta mediterránea cien por cien.

Crecíamos mucho en población pero la gente también moría y la pregunta es clara: ¿Dónde y cómo se enterraban nuestros antepasados? Quizás aún siendo ermita habría enterramientos en los alrededores de la misma, pero a partir de 1803, una vez erigidos parroquia, se levantó un muro en el mismo atrio y quedó construido un pequeño cementerio adosado a la iglesia . El mismo huerto de la parroquia serviría también para los enterramientos. Existía también un osario, donde se depositaban los restos. También dentro de la iglesia se hacían enterramientos.

No duró mucho tiempo esta ubicación (20 años aprox.), pues una orden prohibió enterrar en las iglesias y sus alrededores. Quizás no sólo fue la orden, sino la pura necesidad de dotar a este arrabal de este servicio, dado el número de habitantes que teníamos y los problemas que acarreaba tener que desplazarse a Trujillo.

Aunque en 1792 se amplió la ermita, los actos religiosos más importantes teníamos que celebrarlos fuera, en la ciudad yeso cada día se llevaba peor. Necesitábamos tener a nuestro párroco, casarnos aquí, bautizar a nuestros hijos en nuestra parroquia, etc.

El 26 de junio solicitábamos la erección de parroquia. D. Ambrosio Tejado sostiene que una tradición oral transmitió el hecho de que aprovechando el paso del monarca Carlos IV por Trujillo, una comisión formada por personas pudientes le solicitaron la erección de parroquia. El nombre ya estaba asignado desde el principio con la primera ermita (de San José). Huertas de Animas y Parroquia de San José , dos nombres que caminarían juntos hasta nuestros días.

Un tema también relacionado con el mundo del campo y más en concreto con la ganadería era el llamado Corral del Concejo, que como los más mayores sabrán, estaba ubicado en el Resbaladero, justo al lado de la gran mole. Para explicar el funcionamiento del mismo, me voy a referir a un texto municipal: Isidro Valadés manifestaba que había aparecido el dueño de un potro que estaba en su ganadería y que resultaba ser de José Fernández. Al potro lo había metido en el Corral de Concejo y allí tendría que ir a recogerlo el dueño. Es decir, que cualquier ganado suelto, perdido, etc. se llevaba a estos corrales municipales, donde. eran atendidos con comida y bebida hasta que aparecía su dueño. Lo que no he llegado a averiguar es si el dueño abonaba alguna cantidad al Ayuntamiento.

Este corral permaneció muchos años en pié, aunque en deshuso, hasta que las paredes se cayeron y las piedras fueron desapareciendo.

La distancia entre Trujillo y Huertas era siempre motivo para plantear reivindicaciones (cementerio, etc.). En esta ocasión, a finales del año 1821 y como consecuencia de unas elecciones, se proponen habilitar casas donde poder realizar estos menesteres. Surge así la Junta Municipal Electoral.

El año 1822 es históricamente uno de los más importantes, pues de alguna manera se vio colmado uno de los deseos del pueblo de Huertas: lograr la autonomía respecto a TrujilIo. Algo que se venía adueñando de la mente de los huerteños, evitando así esa negativa dependencia que tantas veces nos privó de un mejor bienestar. Huertas de Animas había adquirido un desarrollo básico para sentirse un pueblo más y no dudó en plantearlo.

Este hecho que sucedía en agosto de 1822, venía precedido de una tramitación en la Diputación, por algún grupo de personas, que bajo cuerda estuvieron trabajando el asunto. Y digo esto porque, en ninguna acta anterior se refleja nada respecto a esta tramitación, hasta que no llega el acuerdo de la propia Diputación al ayuntamiento de Trujillo y es leído en la sesión plenaria del 12 de agosto, siendo el primer punto del orden del día. Decía lo siguiente:

«La Diputación Provincial de Cáceres con fecha 9 del corriente, dice a este Ayuntamiento que con vista del expediente formado a instancia de Don José Antonio Fernández y demás moradores de Huertas de Animas, arrabal de esta Ciudad, sobre que se le declare comprendidos en el Art. 310 de la Constitución y por consiguiente separado de ella a la que actualmente pertenece, en cuyo expediente informó este Ayuntamiento lo que tuvo por conveniente en sesión de 18 de julio último, decreto lo que sigue: Establézcase ayuntamiento desde luego en el arrabal de Animas de la ciudad de Trujillo; dese inteligencia de esta Resolución al Sr. Jefe Político para que la lleve a efecto; y en cuanto al señalamiento del término y Propios con que sostener las cargas municipales, informen los recurrentes».

Todo se nos concedía menos lo que tenía que llegar por ley y por justicia: nuestra tierra. La cosa estaba estudiada. Estoy convencido de que entre el Ayuntamiento de Trujillo y la Diputación se pusieron de acuerdo para dar «largas cambiadas», tan largas que poco a poco fueran ahogando nuestras esperanzas y hundiendo económicamente a nuestro Ayuntamiento, hasta hacerla insostenible.

La jugada salió perfecta. En la primavera no llovió «a cántaro» para los huerteños y las noticias sobre nuestro ayuntamiento dejan de aparecer. Por el contrario, en los plenos municipales de Trujillo, comienzan a tratarse de nuevo asuntos del pueblo.

Estaba claro. Trujillo no estaba dispuesto a perder ni una sóla Ha. de super­ficie de tierra comunal, ni tampoco quería perder a los huerteños. Buscaría todas las influencias y todas las trabas necesarias para evitar la independencia de los huerteños.

A nuestros políticos se les cerraron todas las puertas, se vieron solos y abandonados de la «madre» (Diputación). Y la impotencia de no tener la honda de David para tumbar al Goliat de turno, les haría desistir definitivamente, desmoralizados tal vez porque el sueño hecho realidad, se les había escapado de la mano.

1830 Nuestro cementerio se construyó y las autoridades pensaron que eso era suficiente, olvidándose del mantenimiento. El párroco, que lo visitaba más veces, dio cuenta de ello a nuestro comisario de Cuartel, Juan A. Fernández, quien calificó el estado del mismo como de lamentable. El propio comisario propuso las medidas necesarias para subsanar las deficiencias, que examina­das en el Pleno fueron aprobadas.

Aunque no se había inventado la nevera, ante la llegada del verano se compraban productos que refescaran los calurosos días del estío. Para ello existía el Abasto de Nieve y Helados. Este, al igual que otros, salía a subasta sobre el mes de abril y la venta comenzaba hacia el mes de mayo. No dicen lo que se vendía pero en algo paliaría los calores veraniegos.

Hay un colectivo social que aparece en escena y que me llama la atención por tener una específica condición. Me estoy refiriendo al colectivo de «las lavanderas»; lo especifico radica en lo de ser todas viudas. Al menos así lo refleja un texto que venía, a decir lo siguiente: «Francisca Fernández y otras viudas se quejaban del cierre de los lavaderos, al haberse murado algunas propiedades que contenían estos lugares de limpieza. La administración les dio tres días a los infractores para desmontar el cerramiento».

Observo que en estos últimos años se había desatado un enorme deseo por delimitar la propiedad privada, a veces con licencia y otras sin ella, a veces cogiendo el terreno que verdaderamente era del interesado y otras tomando por suyo lo que mejor le convenía. La famosa cerca de la «pilita» se muró por estas fechas, siendo su propietario Alonso Mateos.

El año 1839 debió ser de sequía. Cuando esto sucedía todas las medidas eran pocas para asegurar este bien preciado a todas las familias del pueblo. Había oficialmente dos fuentes públicas aunque luego, a nivel privado había fuentes y pozos también aptos para el consumo humano.

Los huerteños estaban un poco cansados de los problemas de los locales o casas que se utilizaban como escuela, principalmente porque no siempre estaban en las mejores condiciones higiénicas. Tanto es así, que en 1844 los vecinos exigen al ayuntamiento un edificio que tenga como único destino la Escuela del pueblo.

Era tanto el deseo de que se hiciera realidad esta demanda, que los propios vecinos se ofrecen desinteresadamente a contribuir en el logro, aportando sus carros para el acarreo de materiales, maderas, etc. Un gesto que el ayuntamiento agradeció y les emplazó para cuando dieran comienzo las obras. Aquí comenzaba a gestarse un embarazo, algo más largo de 9 meses pero que daría a luz uno de los edificios más singulares del pueblo: las Escuelas del Reloj.

La patrulla ya podía dar vueltas y vigilar bien, pues el número de habitantes que tenía ya las Huertas, era considerable. En 1844 el censo de población arrojaba los siguientes datos: Huertas de Animas 1.650; Trujillo 2.755; Belén 280; H. Magdalena 153 y Pago S. Clemente 110. Vemos que en sólo 1100 habitantes nos superaban la ciudad. En los siguientes años el número irá creciendo: 1847 1938; 1848…1874; en 1850… 1880 habitantes.

El 20 de septiembre de 1850 se leyó en el Pleno municipal, que procedía del Gobernador Civil fechado en 11 del mismo mes, en el que previenen al ayuntamiento de Trujillo, sobre la conveniencia o no de eregir en distrito independiente a Huertas de Animas, es decir, la segregación de éste de la Ciudad. Esta comunicación de Cáceres propició un amplio debate y discusión llegando al siguiente acuerdo:

«En atención a la gravedad del asunto y deseando el ayuntamiento dar un informe razonado y que exprese con extensión las razones que pueda haber en pro y en contra de la separación, se nombre una comisión compuesta por los regidores Antonio Nieto, Antonio Melo, Juan Mediavilla, Guillermo Martínez y Pedro Pedraza, para que extiendan un proyecto de Informe, asesorándose de las personas que crean pueden ilustrarles en la materia. Así el ayuntamiento determinará»

También se leyó un oficio del Sr. Alcalde que fechaba 19 de septiembre, en el que pide a los señores concejales, manifiesten que clases de intereses ligan o separan a las Huertas de Trujillo. A poco más de un mes del famoso Pleno (24 de octubre), y una vez elaborado el informe por la Comisión, se llegó al siguiente acuerdo:

«No conviene la separación solicitada fundada en que Trujillo es la población conocida en el mapa de España, tiene 4 arrabales que se denominan Huertas Animas, Huertas Magdalena, Belén y Pago S Clemente que forman en cuanto a intereses y cargas, un sola familia. El arrabal de H. Animas dista de Trujillo menos de 1/4 legua, con una comunicación expedita y continuada; no tiene recursos propios para el sostenimiento de cargas municipales, ni para establecer una escuela de la Letras, la que tiene se costea con los fondos destinados para aquellos y los de la Ciudad. Los intereses y las cargas que ligan a aquellos habitantes son recíprocos. No es posible, sin muchos inconve­nientes, señalar término municipal al arrabal de Huertas de Animas y la faci­lidad en los aprovechamientos y cargas que hoy experimenta, se haría dificil con la separación, con otras razones que pudieran alegarse».

Ahí dejo esas dudas e interrogantes y este segundo intento, de nuevo truncado por un informe, fuera de objetividad y de sentido común, elaborado por una Comisión en la que ni un solo huerteño pudo alzar su voz, para decirles que sí era posible, que lo hicimos en su día y que sólo necesitábamos la parte de la dehesa boyal que nos pertenecía por derecho.

En 1853, en el Barrio de Lancha Nueva nacía un niño al que bautizaron con el nombre de José y cuyos apellidos paternos serían Bermudo y Mateos. Era el 9 de noviembre y nadie pudo imaginar que ese nacimiento daría un gran artista al mundo de la cultura: el Pintor Bermudo. Los padres eran Carlos Bermudo y Cándida Mateos Fernández, el primero de Azuaga y ella de las Huertas. Después del José vendrían muchos hermanos (más de seis). Aunque la infancia del pintor la desarrolló en el pueblo, su destino fue Madrid, como consecuencia del trabajo del padre.

Pero sin duda, lo más importante que sucedía en nuestra parroquia por estos años, era la erección canónica de la Cofradía del Rosario. Estamos hablando de 1886 y del 14 de febrero. El encargado de hacerla fue el Ilmo. Sr. Fray José María Larroca, representante de los Dominicos en Roma, a petición claro está de nuestro párroco Don Manuel Lebrón.

Una carta que procedía de Roma nos daba respuesta a la petición. En ella se nos indicaba una serie de obligaciones anuales, relacionadas con la celebración de nuestra Virgen del Rosario: “todo los años debía celebrarse en la parroquia la fiesta del santísimo Rosario y tendría que hacerse el 1º domingo de octubre.. todo ello obedecía a lo mandado y establecido por Gregorio XIII como conmemoración de la victoria alcanzada en ese mismo día, contra los turcos, mediante las súplicas de los hermanos de esta asociación y según piadosamente creemos, por el auxilio e intersección de la misma Bienaventurada Virgen María”.

A partir de este año y sin interrupciones, nuestras Fiestas del Rosario se vienen celebrando siempre el primer domingo de octubre, llueva o chucee. Sin embargo y según la noticia que publicaba El Liberal el 11 de octubre de 1885, las Fiestas del Rosario se celebraban con anterioridad y las capeas no faltaban:

“el lunes por la tarde se celebró como todos los años en la Plaza Mayor del arrabal de Animas, una capea de reses bravas con un toro de muerte para fin de fiesta, que fue mechado a rejonazao por los innumerables aficionados que se disputaban aumentar el martirio del animalito. Aunque la tarde estuvo lluviosa no impidió el que se trasladara a dicho arrabal la mayoría del vecindario de Tru jillo, que tan aficionado se muestra siempre a estas populares fiestas taurinas. En la que hoy referimos, no ocurrieron más que ligeras contusiones sufridas por un vendedor ambulante de avellanas y uno de sus hijos, de uno de los cornúpetos. Por lo demás muchos MOSTAGAN y el buen humor consiguiente a la bebida”.

El 30 de junio de 1892 se aprobó en el pleno sacar a subasta el alumbrado público , bajo una serie de condiciones, plasmadas en un contrato. En 1893 nuestro concejal Fernández Delgado pidió una copia del contrato de alumbrado público. Eran momentos de ambigüedades y de dudas. La luz de petróleo seguiría funcionando en combinación con la eléctrica posiblemente. En octubre de 1896 la empresa Durán y Cía solicitaban al ayuntamiento hacerse con la concesión del Servicio de Alumbrado. Y lo querían hacer por el mismo precio que costaba el de petróleo. Estos además querían una adjudicación directa sin pasar por subasta pública. Curiosamente nuestro pueblo no entraba en el Pliego de Condiciones.

Después de duras negociaciones en las que nuestros concejales se partirían el pecho, se redactó un contrato independiente del de Trujillo, saliendo el nuestro al precio de 1000 ptas. anuales, aunque posteriormente se haría un traspaso del servicio a otra compañía, por 1.600 ptas.

Entiendo que la luz sólo estaría presente en las calles y no en las casas, donde el petróleo sería la energía ideal para ver con claridad en el interior.

En el apartado cultural sigo hablando de la biografía del Pintor Bermudo, que poco a poco va adquiriendo reconocimiento internacional (Presidente Comisión de Artistas en Chicago-1891). En 1892 consigue plaza como profesor titular en la Escuela Central de Arte y Oficios. Este mismo año conseguiría la 3a Medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid por su obra «Los hijos de Antonio Pérez». Esta misma medalla la consiguió de nuevo en 1895. Luego se dedicó a viajar, a recorrer el mundo (Europa, América) y con los viajes, las exposiciones: Chicago, Londres, París, Roma, Berlín, Buenos Aires, Montevideo,… y por supuesto Madrid y Barcelona. Y es precisamente este mundo viajero lo que hizo que su obra pictórica esté tan repartida.

En el Museo de Madrid están algunas obras, tales como: «Los Mártires en el circo romano», «Bajo toldilla»,- «Los Hijos de Antonio Pérez». Pintó en abundancia las costumbres extremeñas: «Corridas de cintas», «Camino de la viña», «En la fuente», «El vaquero», «La Vaquilla», «Los presentes para una boda», «Antes del baile». También pintó a gente de palacio, como al rey Alfonso XII.

En 1896 llegó a un acuerdo con el Ayuntamiento de Trujillo (23 de septiembre) para que pintara un cuadro con el retrato de S.M. Don Alfonso XII, por un importe de 2.500 ptas. Pero el ayuntamiento no pudo afrontar ese gasto por ser una obra de lujo y decidió dejarlo. Pero el pintor lo hizo y e12 de enero de 1898 se lo ofrecía como regalo. Pero el ayuntamiento seguía en precario y se lo pagó nombrándole Hijo Predilecto y con una subvención de 500 ptas.

La historia de la trashumancia en España pasa por El Resbaladero. Miles de cabezas de ganado han desfilado por él y muchos hombres del norte de España, han transitado, han descansado y han disfrutado de la hospitalidad del resbaladero y su entorno (Huertas de Animas)

El colegio fue toda una institución cultural para el pueblo. Los fundadores fueron Isabel y Antonio Mateos Mateos. Estos, una vez terminadas las obras del mismo, lo pusieron a disposición del obispado de Plasencia.

Las primeras moradoras fueron las Franciscanas de la Divina Pastora, religiosas terciarias de la Orden de San Francisco de Asís, cuyo fin principal era «formar cristianamente a las niñas por medio de una esmerada y sólida educación». Tuvieron un importante internado a nivel comarcal fundamentalmente, pero también fuera de ella. Además de enseñar los estudios básicos (lectura, escritura, aritmética, gramática, geografía, historia universal y de España, higiene, economía, doméstica, botánica, zoología y psicología), se aprendía a escribir a máquina, tocar el piano, a bordar (mantones de Manila), dibujo, pintura, francés, flores de todas clases.

También se hacían dulces, pirograbado en cuero y repujado en metal, etc. La pensión completa del internado (estancia y estudios) era de 60 pesetas que había que pagar por adelantado. Si eran medio pensionista pagaban 30 pesetas (solo enseñanza). Las vacaciones iban desde el 15 de julio hasta el 1 de octubre. La oferta de enganche era que si optabas por el internado te daban gratis la música y el dibujo.

Las internas tenían que llevar todo un equipo: catre de hierro o madera, colchón con dos almohadas, seis sábanas, dos mantas y dos colchas, un lavabo sencillo, mudas, tres toallas y tres servilletas, un vestido para uniforme de lana y negro, delantales, cubiertos y demás (marcados)

Con la llegada de la Guerra Civil bajó mucho el ritmo del colegio y además las monjas lo pasaron muy mal económicamente, llegando a cerrarse el colegio. Serían las monjas de la congregación Virgen de los Dolores, es decir, las del Sagrado Corazón, las que tomaran el relevo educacional pasando muchas generaciones también por ellas, pero la cosa fue cada vez a menos, además el edificio también comenzó a estar en pésimas condiciones y en Trujillo, el Sagrado Corazón estaba en auge, cerrando definitivamente el edificio, no así la pequeña iglesia en la que se siguió diciendo misa hasta los años 90.

Esta institución religiosa dio nombre al lugar o zona donde se ubicaba, siendo conocido popularmente como el Barrio del Colegio, aunque en realidad era un subbarrio dentro del barrio de Arriba.

Pasemos a un tema de gran importancia que comienza a ser noticia por estos primeros años de la década de los veinte. Se trata de uno de los edificios más emblemáticos del pueblo y sobre todo para una clase social concreta. Un edificio que arropó entre sus paredes a sucesos de toda índole: sociales, políticos, culturales, de ocio, de solidaridad, etc.. Vida dentro de la propia vida del pueblo. Estoy refiriéndome claro está a la conocida y famosa Casa del Pueblo. Antes de hablar de ella, haré una pequeña introducción sobre cuál era la raíz, el por qué de su nacimiento en los pueblos.

Fue un invento del Partido Socialista, que posteriormente copiaría el Partido Radical. Sus orígenes se aproximan hacia el año 1908. La idea básica era crear un Club socialista en el que se ubicara un despacho para los comités de la rama sindical, biblioteca, donde se prestaban libros de manera gratuita, un pequeño bar, etc. Pronto estas casas se convertirían en los edificios claves, un referente para la clase trabajadora. Con estos ya teníamos todos los ingredientes para cualquier cosa: el ayuntamiento, la parroquia, la guardia civil y la casa del pueblo. Eran casas que se movían en tomo a un pensamiento concre­to: el marxismo, teniendo como misión principal la de educar en esa línea.

Las Huertas no iba a ser menos que el resto de España, así que decidimos tener la nuestra propia. Otro aspecto importante de estas casas era que las construían los propios obreros, en nuestro caso concreto lo hizo la Asociación Obrera «La Esperanza».

Curiosamente, en 1922 ya había un vehículo en el pueblo. Lo compró Luciano Pablos y la marca era un Usón. Después vendría Don Emilio el médico; Maximiano Pablos compró la famosa «tartana». Estos eran los inicios del automovilismo en el pueblo.

En los años 30 los jornales que se pagaban por entonces eran los siguientes: Oficiales: 1a 5,50 ptas.; 2a 5 ptas.; 3a 4,50 ptas. Peones: de edad superior a 20 años: 4 ptas., de 18 a 20: 3,50 y de 16 a 18 años 2,50 ptas. Jornaleros: de más de 18 años: 3,50 ptas. y de menos de 18: 2,50 ptas.; Canteros: 6 ptas. Barreneros: 4,50 ptas. Carros: 10 ptas.; Carretas: 12,50 ptas

La langosta ocasionaba también sus problemas. En ocasiones había que labrar la tierra para eliminar los huevos que habían depositado, lo que originaba contratiempos a los arrendatarios.

Uno de los periódicos que se publicaba por estas fechas era «La Muralla», semanario Órgano de la Agrupación Ciudadana, con un precio de 10 céntimos. En él aparecían noticias de todo tipo. Hay una que refleja la rivalidad entre Huertas y Trujillo fuera del aspecto político; en concreto se trataba de una batallita entre los niños del barrio final de Trujillo y los del principio de Huertas teniendo como armas las piedras. El peligro mayor lo coman los transeúntes que por allí pasaban.

En estos primeros años de esta década funcionaba en Huertas una Oficina de Recaudación, al frente de la cual se encontraba el Auxiliar Manuel Encina Solís. El sistema de calefacción de dicha oficina era el brasero de picón que le echaba todos los días la mujer de Félix Ortega, a la que se le abonaba la can­tidad de 6 pesetas por dicha labor.

Había una orden que impedía contraer matrimonio a los mozos durante el tiempo que ingresaban en el S. Militar hasta el pase a la 2 o situación. En el 1931 se publicó un Real Decreto cambiando el tema, pudiendo contraerlo in­cluso estando en el Servicio Militar, previa autorización del Capitán Gral. de la Región.

Con dos boticas contábamos por estos años en el pueblo: la de Don Antonio García Montero, situada en el Llano de la Botica (hoy calle de Ezequiel Pablos) y la de D a María situada en la entonces calle Manzanillo, hoy casa de Antonio Gorriche.

En una ocasión salió la plaza de Inspector de Farmacia para Huertas y en el Pliego de Condiciones aparecía la cláusula de que el afortunado tendría que vivir en el pueblo. Seguro que esto condicionó a algunos a la hora de presen­tarse. La plaza le fue adjudicada a Antonio García Montero

Además, por estas fechas (1933), el Centro Sanitario de la Ciudad hizo una propuesta muy interesante para Las Huertas: establecer un consultorio semanal de higiene materno-infantil, a través de un equipo móvil; Propuesta aceptada por el Pleno y en 15 días ya se tenía local para tal fin, cuya dueña era Jacinta Mateos Fernández, por una renta mensual de 50 pesetas. A cambio, la dueña debería hacer un retrete y el ayuntamiento instalaría el agua. El contrato era indefinido y a finales del año se dotó al edificio de luz y un sistema de calefacción.

Y de la medicina a las autoridades. Y en concreto a la recién llegada al pueblo: La Guardia Civil. Este cuerpo no entró con buen pie en el pueblo y su protagonismo siempre estaba envuelto de polémica. Así, en uno de los plenos de 1932, cuando se debatían los presupuestos, se leyó una propuesta sobre incluir los gastos del cuartel en el mismo. Las opiniones eran diferentes y por tanto la polémica estaba servida.

El Sr. Rebollo no quería ver el nombre de la Guardia Civil ni en pintura, y su opinión era que no se les abonara nada (ni luz, ni teléfono, ni agua, etc.) y que se desligue totalmente este cuerpo del Ayuntamiento. La opinión general de los socialistas era que el cuartel debían pagarlo los que lo necesitaban, por lo tanto su opinión y sus planteamientos fueron en esa línea e hicieron mella

A la hora de la votación, siete apoyaron a Rebollo y seis los hicieron en contra. Este resultado llegó más lejos que de los muros del Ayunta­miento: a la Jefatura Provincial, y no gustó el resultado de la votación.

El Jefe de la Comandancia de la Guardia Civil de Cáceres remitió un escrito al Ayuntamiento, en el que se manifestaba que no podía aceptar tal resulta­do, ya que el ayuntamiento debía cumplir el contrato vigente con el Cuerpo.

La respuesta municipal no sólo fue la misma sino que además les afirmaba que este puesto era innecesario. La cosa debió venir a su cauce porque el cuar­tel siguió en pie, lo que no sé es quien pagaba los gastos.

Estaba claro que lo que el cuartel significaba para los huerteños era represión, máxime cuando el ambiente socio-político que se vivía en el pueblo era fuerte. Como ejemplo diré que en esta época existían en Huertas las siguientes asociaciones:

Juventud Socialista , cuyo presidente era Vicente Risco y posteriormente Moisés Hueso Mateos. El Vicepresidente era Cándido Benito Ruiz, como Depositario estaba Siró Mateos Gutiérrez, como Contador, Luis de la Cruz Sánchez, como Secretario José Bermudo y Vicesecretario Matías Mateos Mateos. Se reunían en la Casa del Pueblo, una vez al mes y eran unos 50 socios aproximadamente. Funcionó hasta que estalló la Guerra Civil

Ramo de la Construcción (desconozco su formación)

Sindicato Agrícola , cuyo presidente era Luciano Pablos Parejo.

Agrupación Socialista , cuyo presidente era Rafael Bermudo, como Vicepresidente, Ramón Muñoz y como Depositario Manuel Risco Fernández. Estos se reunían menos veces. Eran como 32 socios. También desapareció con la llegada del conflicto bélico.

El Progreso Agrícola , cuyo presidente era Ricardo Mateos Cano.

Sociedad Obrera la Progresiva , cuyo presidente era Julio González Pa­lacios.

Sociedad Obrera «La Esperanza» , cuyo presidente era Manuel Risco, promotora de la Casa del Pueblo.

Como vemos, el pueblo estaba bastante organizado, fundamentalmente la clase obrera, justamente a los que menos interesaba la presencia de este Cuerpo en el pueblo.

En relación con el mundo de la enseñanza, Huertas estaba pendiente de la construcción de nuevos edificios escolares. El Colegio de la Divina Pastora tenía 227 niñas, de las cuales 167 estaban de manera gratuita. En 1932 visitaba Trujillo el Inspector de Zona de la I a Enseñanza. Unos de sus deseos al parecer era que todas las escuelas fueran unitarias o graduadas.

Esto significaba que también la nuestras y las nuevas que se iba a abrir, lo serían también. De esta manera la ciudad contaría ya con 18 escuelas así clasi­ficadas: 8 en Trujillo, 6 en Huertas de Animas, 2 en Belén, 1 en H. de la Mag­dalena. El Inspector visitó todas las escuelas aprovechando las autoridades para mostrarle todas las deficiencias y sacar alguna tajada del asunto.

Mientras llegaban o no las nuevas escuelas, los locales del pueblo seguían arrendándose y habilitándose como escuelas, con arriendos de 30 ptas. mes. Algunos de estos era el del «Lili» donde daba clases Don Pedro; el del Tío Niño, donde impartía Don José, maestro que recibió un homenaje en el atrio de la iglesia. Algunos de estos salones eran multiuso, pues durante la semana eran centro escolar y los fines de semana para los bailes (el Tío Niño).

D a Valentina era maestra de las niñas. Le debía encantar el mundo infantil, pues ella tuvo nueve hijos. Llegó a las Huertas procedente de Solana.

Don Pedro era maestro con título nobiliario, aunque sería más bien para la decoración, pues si tenía que dar clases de maestro, con lo poco que se ganaba, ya me diréis donde estaba la nobleza. Y es que entonces era cuando la frase de «pasas más hambre que un maestro escuela» se hacía bastante realidad.

El cierre del colegio provocó que muchos de los niños, que allí estaban escolarizados tuvieran que irse a las escuelas, siendo necesario abrir otro lo­cal. Menos mal que los proyectos de las nuevas escuelas ya se habían encarga­do, en concreto al arquitecto Don José López Muñera.

Y es que Huertas rondaba los 6000 habitantes.

Las escuelas se inauguraron el 28 de mayo de 1936 llegando hasta las Huertas las primeras autoridades provinciales de la enseñanza y el Gobernador Civil.

Lo que sí se hizo fue cerrar el Pozo Nuevo (Resbaladero), pues resultaba un peligro para las personas que transitaban por allí, fundamentalmente los niños que acudían a las escuelas recién estrenadas.

No sé si la lluvia era motivo de preocupación para el desarrollo de las Fiestas del Rosario de entonces, tal y como les ocurre a las comisiones de festejos de hoy, principalmente en lo que se refiere al sábado y el domingo. De cualquiera de las maneras, todos los años llegaban nuestras fiestas en honor a la Santísima Virgen del Rosario.

Hay que decir que la estructura básica de las fiestas era: novenas, El Rosario, la procesión, las capeas y los bailes, mucho baile, hasta 4 y 5 sesiones y en todas se ponían los salones «hasta la bandera».

Las capeas duraban 1, 2 ó 3 días, dependiendo del ambiente de los ganaderos. Una de las costumbres de este festejo era colocar una rueda de carro (a la puerta de Francisco Mateos y Vicenta, de tal manera que pudiera girar. Cuando llegaba la vaca daban vueltas: unos se subían en la rueda otros caían, etc. La juerga estaba servida.

Como ya se sabe, las capeas las daban los ganaderos del pueblo. El conseguirlo era todo un ritual. La clave de tener noticias buenas estaba en tres ele­mentos: el baile de la noche del domingo, la música y las copas (éstas principalmente).

Era una negociación lúdica: el pueblo pedía y los ganaderos negociaban. Todo el mundo estaba pendiente de dos palabras mágicas: ¡hay capeas! El programa de las fiestas se había completado y el calor del ambiente subía de grados.

Los ganaderos también aportaban su grano de arena a este ambiente y recorrían el pueblo. Casa por casa buscaban elementos claves para fortalecer los cuerpos ya de por sí animados. Por ejemplo un buen jamón: esto daba apertura a cualquier mente que anduviese aún dudosa o cerrada.

Las vacas salían de la Bartola (Ctra. De Los Perales) y allí los ganaderos se comían un frite antes de las capeas. Los caballos eran claves en la tradicional subida. Una subida con menos gente que ahora. También era más peligrosa: caballos, vacas, copas, juventud. Una mezcla explosiva.

En las capeas había siempre un director de lidia y que cobraba por esta labor. Este año le pagaron a Juan Díaz 50 pesetas.

También El Carnaval se celebraba a lo grande en el pueblo. Una nota importante era que todo el mundo se vestía y eso ya daba el ambiente suficiente. La ronda del pueblo: Nicolás Parejo-el Reloj-Ezequiel Pablos-La plaza se ponía a reventar de gente disfrazada. Los bailes eran gratis y duraban todo el día. Por las tardes la gente solía subir a la Ciudad a las capeas (al menos los mozos). Se corrían las cintas en el Llano de las Eras.

Sin embargo la guerra civil dio al traste con esta fiesta pagana y preludio de la cuaresma (entonces es lo que eran cuaresmas) y posteriormente la Semana Santa. Después de la contienda la fiesta quedó prohibida por Franco y, aunque posteriormente se han hechos intentos de recuperar, la cosa no fue nunca igual, fundamentalmente porque ya no se vestía todo el pueblo y ese es el todo de esta fiesta.

No sé si fruto de este ambiente que se estaba creando o que las cosas ya estaban así planificadas, lo cierto es que en Huertas de Animas se refuerza la seguridad y el orden público. Ya teníamos el cuartel de la Guardia Civil y el famoso Cuarto de Corrección. Ahora el alcalde autoriza en el Pleno que se alquile una casa o local que sirva de verdadero centro policial. Nacía así lo que sería la famosa Inspección de Policía de La Plaza.

Como en todos los tiempos, existían unos juegos típicos que luego han continuado a través de las siguientes generaciones. Juegos que también eran comunes a toda la geografía extremeña. Algunos de estos eran:

– El truque: se pintaba en el suelo una muñeca basada en figuras geométricas (rectángulos, triángulos, etc.) y con una china o piedra plana se tenía que ir pasando de figura en figura y de los pies a la cabeza.

– Arriba hijos míos: 2 ó 3 dormían y el resto se escondía.

– Los bolindres

– Al Escondite

– AI Aro

– El Peón

– La Taba

– Contra la Pared: se podía jugar con «perra gorda», con cromos, papel de caramelo bien planchado etc. En resumen se trataba de colocar el elemento sobre la pared y dejarlo caer o golpearlo con el fin de que se aproximara lo más posible al anterior.

– Los Marros: varios marros de distintas proporciones eran colocados en el suelo y lanzados con una mano al aire, tratando de cogerlos con la misma mano. Entre mano y mano se entonaba una canción del tipo: al uno, Elena Canales; al dos, mi reloj; al tres mi alfiler; al cuatro, mis zapatitos blanco, al cinco, San Francisco, etc.

– La Batalla: era un juego de pelota.

Había también una gran afición a los gusanos de seda, con todo lo que conlleva alimentarlos con hojas de moreras, etc.

Una zona de recreo era el Vivero (Ctra de Madrid). Allí no había nada especial pero se iba. No olvidemos que la Dehesilla y esa zona eran de ambientes conocidos en Pascuas,

El año del hambre 1940 podríamos también renombrarle como el «año verde», porque este color estaba muy presente en todas las comidas: hortalizas, cardillos, achicorias, arromazas, mucho del campo. Un exceso que producía a veces hinchazón de los cuerpos. También es verdad, que a pesar de todo, no murió mucha gente en Huertas.

La Administración puso en marcha La Beneficencia, donde la gente se apuntaba para conseguir algunas mejoras dentro de la mala situación.

La torta de maíz era muy propia, aunque algunos la comieron gracias a que estaban apuntados a la beneficencia y se la daban en el Auxilio Social (Casa del Pueblo). Para poder recibir los alimentos necesitabas la cartilla de racionamiento. Con ella también recibías leche en polvo, patatas, garbanzos, ali­mentos más habituales. Con la patata se hacía de todo. El pan era escasísimo.

Funcionaban bien los hornos que había en las fincas, donde las familias masaban para 8,10 ó 15 días, dependiendo de la materia prima que tuvieran. Se hacían tortillas de bellotas rayadas. La cáscara de la patata bien lavada y muy frita, estaba rica. A la sardina se la lavaba y se la secaba un poco con el fin de que al freiría se gastara menos aceite. La fruta también era escasa, la del tiempo (uvas, naranjas, melones, sandías). Si alguien disponía de árboles fru­tales en casa, mejor, porque no sólo se sacaba en abundancia para casa, sino que se vendía también.

La dehesilla era el lugar donde se sembraban alimentos tan elementales como los garbanzos, las sandías, los melones, las patatas. Se bebía leche en polvo de los americanos, que se repartía incluso en las escuelas a los niños.

La algarroba también formó parte de la alimentación. Se podía comer en seco, pero en ocasiones eran también elementos de trueque (cambio). El algarrobero venía recogiéndolas con su carro y a cambio te podía dar zapatillas viejas de goma. Luego estaba otro carretero que venía vendiendo unos dulces que llamaba «pelotitas americanas».

Aunque de las sardinas ya hemos hablado, hay que decir también que a finales de esta década, este producto se vendía por las calles del pueblo. De los pioneros en el asunto está José Alonso. Después sería tío Juan Macayo, de la pescadería La Jaima (Trujillo) y el último estandarte de la venta de sardinas por las calles lo asumió Antonio, tío Porras.

El café se tenía que sacar de donde se podía: de azúcar quemada, de achi­corias, etc.

La gente acudía a los distintos hornos del pueblo para hacer el pan. Algunos de estos hornos eran: Tía Chorcha (B° Santo), las Malasombras (en el Algaranzo), las Lilas (culigines), tío Antolín, tío Gato, tía Anastasia.

Por estas fechas, por ejemplo, se construye el muro del Estanque de Napóles. Lo de Napóles le vino a raíz de vivir en el ventorro de al lado el tío Napóles. Este, al igual que los antepasados, se dedicaba a vender vino y todo lo que podía al personal que rondaba el lugar. Tenía una ruleta donde colocaba el material a vender (tabaco, etc.). Fue muy amigo del párroco Don Felipe Trejo. Y como especialidad personal tenía la de ser saltador de «garrocha» en las capeas de las Huertas.

En 1942 nuestro concejal Valeriano Jiménez solicitaba el aumento del alumbrado público en el pueblo, siendo estos concedidos para: a) puerta Del Colegio; b) Ronda del Pilar -Cuartel y c) Pasaeras del Barrio Del Llano.

Estas pasaeras estaban situadas en la confrontación de la calleja de La Rocha y la Regajilla, pues era el punto donde confluían muchas aguas provenientes de la parte alta del pueblo. Se trataba de la colocación de una buenas piedras grandes, puestas «al paso», lo que permitía poder cruzar cuando las cosas se ponían oscuras (demasiado mojadas). Era habitual ver este tipo de recursos en más puntos (calleja Matilde, laguna Javiela, etc.).

Es en esta década también cuando las Fuerzas Eléctricas del Oeste solicitaban la construcción de varias casetas en distintas parcelas existentes en la calleja La Rocha, en el Barrio Del Llano y el Barrio de la Iglesia. Era pues el origen de los transformadores existentes en las calles Olalla y Regajilla.

También en estos primeros años de los cuarenta, la Guardia Civil solicitaba al ayuntamiento ayuda para llevar a efecto una serie de arreglos en el cuartel. Y la verdad es que sólo obtuvieron las promesas, ya que nunca llegaron las pesetas. Lo que realmente ocurrió fue que en 1944, una Orden Superior de la Comandancia suprimió el puesto de Las Huertas y desde entonces, el Ayuntamiento dejó de correr con los gastos.

En 1946 nuestro célebre Nicolás Parejo con plena dedicación como médico oficial de Huertas, decidió que había llegado la hora de jubilarse, pues acababa de cumplir 70 años. Sin embargo no fue hasta el año siguiente cuando se le concedió la misma. Su lugar lo ocupó otro célebre médico de Huertas, Don Ezequiel Pablos Gutierrez, siendo nombrado en principio médico interino de asistencia pública domiciliaria.

La taberna era siempre un negocio claro y con clientela fija. Repartidas por todos los barrios cualquier casa era buena para montar una tasquilla. Nombres como Tío Fondio, La viuda Juriche, Tío Calcetine, Lagartijo, Senagüa, Caseta, Jándalo, Tío Pata, tío Maleta, Bidón, Adolfo Muñoz (casino), etc. han sido lugares de expansión y de ocio para los hombres del pueblo, ya que las mujeres no tenían costumbre de salir a chatear.

Y cómo no, estaban los ambulantes, los que vendían cosas por las calles. Algunos productos de los que eran vendidos de esta manera eran los productos de las huertas. Quiero resaltar aquí la huerta de tío Gabino, al sitio de la Casa del Recuerdo (Ctra. De Plasencia). Lo de la Casa del Recuerdo viene por los sucesos que se dieron en la misma. El tal Gabino era un médico militar que ejerció en África. Cuando se vino al pueblo se trajo un criado africano que venía infectado de tuberculosis, contagiando a la familia, que poco a poco fue muriendo.

Sin embargo la huerta proporcionó verduras y hortalizas de calidad y en abundancia, siendo el sostén de una familia.

Los oficios que más se daban en Huertas eran los de: canteros, herreros, zapateros, alarifes, apicultores, lecheros, ganaderos, agricultores, raneros, pelaores, aparceros, segadores, pastores, porqueros….

No se puede desligar la fiesta y la alegría con los bailes de aquellos años, los domingos y fiestas. A diferencia de ahora, se bailaba a todas horas. Es decir, que podía haber baile por la mañana, por la tarde y por la noche. No había grandes salones ni grandes orquestas pero una buena habitación y un buen saxo, hacían milagros. Claro está que tenía que haber mozas.

Pero no pensemos que todo lo demás venía de rodado. Había que contar con la vigilancia de la madre: estaban presentes en los bailes, iban a recogerlas, etc. Y sí alguna no podía, le daba el encargo a la vecina: «tráete la mía, Antonia».

En los intermedios, los hombres bajaban al bar a tomarse una botella de vino o un «chato» de vino. Ellas esperaban arriba de conversación hasta que se reanudaba el baile.

Las mujeres solían entrar gratis mientras que los hombres podían pagar hasta 50 cms.

Había varios salones de bailes: «el de la Manzana», tío Juan Roque, Lagartija, tío Blas. Sin embargo han sido tres los que han pasado más a la historia: el de Muñoz (casino), la Cazuela y el Capaó. Y como no podía faltar en todos los tiempos, los bailes estaban clasificados dependiendo de quien iba a los mismos. Así, aunque cualquiera podía ir al que quisiera, la verdad es que al Capaó iba la gente de clase media-alta mientras que al de La Cazuela acudía la clase media-baja.

En otras fiestas tradicionales como era la Semana Santa y más en concreto la parte más festiva después de la Resurrección del Señor, como era lunes, martes y miércoles de pascuas, La Dehesilla adquiría un gran protagonismo. Todo el mundo confluía en la dehesa boyal, dispersos y repartidos entre los canchales y escobas, pero con un punto de referencia en común. Este era el espacio existente en lo que hoy es el Centro de Menores. Ahí se instalaban las cantinas, la música y la tarde era el punto de concentración. Ahí acudía gente de todas partes, incluidos otros pueblos de la comarca, tales como Madroñera, Aldea del Obispo, etc.

Todo el mundo caminaba en romería hacia el lugar, algunos en caballos, carros o burros, pero la mayoría andando, cargados con las grandes meriendas y con el deseo de disfrutar a tope de los tres días. Era un ambiente muy bonito que se conservó más o menos vivo hasta los 70. El progreso (coches, construcciones, etc.) y la falta de promoción del lugar y de esa tradición por parte del ayuntamiento, hizo que poco a poco la cosa viniera a menos hasta desaparecer por completo.

El sábado de gloria había repique de campanas por la mañana y la gente iba a la plaza de Trujillo, con los niños vestido de pastorcillos, pues al parecer ese día era mercado de ganado y se vendía allí mismo. El domingo por la mañana al Chíviri a Trujillo y por la tarde al Vivero.

Los Quintos fueron muy celebrados en el pueblo. Se trataba de una fiesta cuyos protagonistas eran los mozos que eran alistados para servir a la patria, es decir, para realizar el Servicio Militar.

El domingo era el «tallao»: comprobar si las condiciones físicas permitía al mozo ser apto para dicho servicio. Era en el Ayuntamiento, donde te medían (en el famoso cartabón) te pesaban y demás, esperando la famosa frase: «nada alega, se le declara soldado», motivo de satisfacción para los padres y demás familiares que le acompañaban. El mozo había sido acompañado por los familiares (sólo hombres) andando y se regresaba después del tallao, tomando ya las primeras copas en las tabernas que había en el recorrido. Ya en las Huertas se continuaba el ambiente festivo, se comía en familia y amigos. El lunes, martes y miércoles continuaban la fiesta. Cada quinto aportaba un gallo al que se le emborrachaba, durante rondas por el pueblo de taberna en taberna y luego eran comidos en esos días. Por la noche baile.

El año 1951 también va a ser protagonista de nuevo El Colegio, centro cultural y educativo que, por diversas circunstancias, había sido cerrado. Este año se produce la inauguración del mismo, acto que es reflejado en la revista o periódico La Opinión, que decía lo siguiente:

«El pasado 25 de julio, festividad del Apóstol Santiago, en el arrabal de Huertas de Animas se respiraba aire de gran Fiesta. A la ya consagrada fiesta nacional se une el hecho que aquellos sencillos vecinos consideraban de suma transcendencia, la inauguración de un Colegio del que se han encargado las religiosas Hijas de los Dolores de María Inmaculada y que para estos vecinos significa la continuación de una labor, por un lapsus de tiempo zanjada, consagradas a formar jóvenes cristianas y dignas».

El cronista de esta nota informativa de La Opinión quizás no diera alcance a la importancia de este acto, ni sabía lo que El Colegio significó y significaba para los huerteños, una institución que nos había dado prestigio culturalmente hablando y que educó y formó a muchas generaciones. El colegio fue siempre un referente social, cultural, religioso, una forma de vida en los barrios de arriba de nuestro pueblo.

Un médico ganaba por el año 1952 unas 12.000 ptas. y 2 pagas extraordinarias.

En materia de autoridad, es nombrado como Jefe de la Policía Manuel Fernández Mateos. Por cierto, en la inspección de policía que estaba en La Plaza, existía un teléfono. Era tal el servicio que prestaba al ciudadano que se decide contratar a una persona para atenderlo bien.

La Casa del Pueblo era ahora propiedad de la Delegación Provincial del Sindicato. En mayo de 1953 se la ofrecieron al ayuntamiento, que interesado en el edificio les ofreció 25.000 ptas.

El año de 1953 fue importante culturalmente hablando, no sólo por lo que acabo de exponer sino porque también abrió para Huertas una puerta a otro tipo de cultura y a un cambio en materia de ocio para la población. Podríamos dar un grito de alegría para definirlo todo: ¡ha llegado el cine!.

Decir cine JIMA es transportar a muchas generaciones de Huertas a momentos inolvidables, de recuerdos muy gratos. El ocio y la diversión daban un giro de 180° ya que la alternativa a tantos y tantos paseos por el muro de la Ctra de Plasencia o por el pueblo, se había hecho realidad.

Comenzaremos desde el principio. ¿De quién fue la idea?. Y las siglas nos dan la respuesta, porque JIMA viene de Jiménez Mateos, los apellidos de los hijos de Valeriano Jiménez Ruiz. Este hombre mezcló dos palabras claves: negocio-ocio y creyó que esto le daría una buena salida económico-familiar y no se lo pensó dos veces. Tenía unos anejos próximos a la plaza destinados a tinao y consideró que era el lugar idóneo para construir el cine de invierno y justo al lado, en unas corraladas destinadas antes a cebadero de cochinos, lo destinó a pista de verano.

El empresario responsable de las obras sería el Sr. Gregorio, destacando uno de sus oficiales: Antonio Flores (chicharrina). El 25 de julio ya se inauguraba el cine y lo hacía a lo grande, con una película que ha marcado un hito en la historia del cine: «Lo que el viento se llevó». El éxito fue impresionante, desplazándose todo Trujillo para verla.

Una anécdota del estreno fue la de un señor de Huertas que dijo que él quería una entrada de las más caras, que estaban situadas en la parte de atrás de la sala. Pero cuando el acomodador fue a indicarle su sitio, le dijo que él no se sentaba ahí, porque él había pagado una entrada cara para verlo bien, sentándose en las sillas de primera fila (las más baratas) y tragándose las 4 horas que duraba la película pegado casi a la pantalla.

Los precios dependiendo del tipo de asiento estaban en 3,5 y 7 ptas. El 18 de julio (pagaba Franco) los precios eran tirados: 1, 2 y 3 ptas. Y es que como se conmemoraba la fatídica fecha que dio lugar a la contienda civil, el Estado organizaba actos de ocio o inventaba esta gratuidad del cine para que la gente tuviera cosas en qué pensar o qué hacer. Interesaba tener al pueblo entretenido.

Y como la cosa funcionaba y la gente se aficiono a la cinematografía, un cine quedaba pequeño para tanta gente. Asi que otra empresa privada decidió probar fortuna. Aparece entonces el Rugall. Este se situó en los barrios de abajo, en concreto en el Barrio Santo en plena carreterilla de Trujillo. Eran unos anejos de tía Adolfina y tío Antonio (Fondio). La venta de estos terrenos proporcionó al parecer el dinero para comprar un camión a su hijo Antonio Donaire, siendo de los primeros que llegó al pueblo.

La construcción de este cine la llevó a cabo Antonio Chamorro (papoto). Los dueños eran los Gallegos de Trujillo, los cuales tuvieron un problema que les acarreó la cárcel incluso, lo que les hizo vender la industria, siendo el último regente Agustín Bermejo García (Tini Maleta).

El bar de este cine lo llevó otro célebre del pueblo: tío Pedro Marchena. Este hombre trabajador no sólo despachaba los productos en el bar, sino que en verano salía por las calles vendiendo helados que él mismo elaboraba en un artilugio preparado al efecto, que le permitía llevar hasta la puerta de tu casa, en plena siesta, un placer fresco al que no te podías resistir. Si el helado era una cosa típica, no menos lo eran las castañas tostadas en el invierno, bien porque estabas en el cine o sencillamente te acercabas por ellas para comértelas en casa.

La Opinión del 4 de junio de 1959, daba una nota de la inauguración de este nuevo cine en Huertas, que fue el 27 de mayo:

«El local es amplio y confortable y está dotado de un modernísimo equipo de proyección de alta intensidad y linterna automática. Deseamos que los esfuerzos realizados por esta empresa en dotar al arrabal de un Cine más cómodo y moderno, se vean compensados con el más rotundo de los éxitos».

Durante un tiempo funcionaron los dos, desapareciendo el cine JIMA primero y ya en los 70 el Rugall, supongo que con el mayor auge de la televisión, que poco a poco se instalaba en cada una de las casas del pueblo.

Hablando de Fiestas del Rosario, las de 1959 tuvieron como protagonista a la lluvia. Llovió tanto ese año (se iniciaron el sábado) que hubo que suspender el Rosario y la procesión del domingo. Esta tuvo lugar el lunes a las 10 de la mañana.

Las novenas fueron predicadas por el Ilmo. Sr.D. Manuel López Sánchez Mora, canónigo archivero de la SIC de Plasencia.

Sanitariamente hablando hay que decir que nuestro célebre practicante Don Julián Naranjo Sánchez, iniciaba su andadura por el pueblo. Una larga andadura ya que El Sr. Julián no dispuso nunca de vehículo, «pateándose» el pueblo todos los días con su maletín: curando, pinchando y atendiendo a todo el que necesitaba de sus servicios.

En esta década y con motivo de la proclamación del Dogma de la Asunción por el Papa, se organizó un evento religioso en Trujillo, formando parte del programa la presencia de las imágenes de las distintas vírgenes de Trujillo. La Virgen del Rosario en principio no iba a acudir, pues Don Ambrosio al parecer se encontraba mal. Una decisión de última hora dio el sí de nuestra presencia, corriéndose voces por el pueblo al grito de “la virgen va a Trujillo”

También la Avenida dio puestos de trabajo, no sólo por la construcción de la misma, pues finalizaron las obras en 1962, sino porque se comenzaron a construir a ambos lados edificaciones.

La primera de ella fue el Asilo de los Ancianos Desamparados. En agosto de 1961 se vio en el pleno municipal la donación de los terrenos por parte de los hermanos José y José Manuel Mateos Gutiérrez (los gorriches) Se trataba de parte de la cerca conocida como «del corazón».

El Colegio de las monjas estaba en pleno rendimiento. Además de las clases que se daban, se realizaban muchas actividades extraescolares con los alumnos, destacando los grandes eventos de teatro que se solían preparar en Navidad o final de curso, teniendo como lugar de representación, tal y como ya hemos dicho, el cine JIMA.

Siguiendo con la educación, hay que decir que es también la década de dos maestros que ocuparon plaza durante muchos años, en nuestras Escuelas del Reloj. Me estoy refiriendo a D. Manuel y Dña. Pura. Ellos educaron a muchas generaciones (a la mía también) siendo muy queridos en el pueblo.

Y si esto era una manera de crear cultura para el pueblo, no menos era lo que hacían dos grandes artistas, no sólo por su arte, sino por su peculiar forma de ser. Me estoy refiriendo a Tío Antonio (maleta) y a Tío Manolo (caseta), auténticos maestros de la guitarra. Los dos tenían la misma industria: una taberna. Allí acudían niños y jóvenes a aprender sus primeros «chin, chin, pum».

Cambiando de tema, diré que nuestra plaza no tuvo siempre la forma que hoy conocemos. Era más pequeña y bastante desigual. No había salida hacia el parque, pues eso eran anejos de la casa existente, que hoy es la Caja de Ahorros. Era una vivienda de los herederos de D. Nicolás Parejo, a la que se accedía a través de un gran portal. Esta casa estaba abandonada al haberse visto afectada por aquellos problemas de infecciones que hubo en la Casa del Recuerdo, llegando a morir hasta tres personas en ella.

En 1969 el ayuntamiento opta por una degradación más de nuestra propia identidad. Y es que en el pleno de 27 de marzo, al hacerse una revisión de la situación de los arraba­les, Huertas de Animas dejó de ser arrabal para ser barrio de Trujillo. Además, la gran avenida construida estaba también contribuyendo al acercamiento, no sólo por la mejora del acceso sino por las construcciones que comenzaban a realizarse a ambos lados.

En esta década surgió lo que dio en llamarse el Plantel Femenino . Resultaba que muchas jóvenes cuando terminaban la escuela dejaban de estudiar. Tampoco tenían edad para iniciarse en la vida laboral y se ideó un sistema de formación profesional. La oficina de Extensión Agraria, el INEM, el PRO. eran organismos que se dedicaban a estos menesteres. De esta manera, los cursos de cocina, bordados, corte y confección, trabajos manuales, tricotar con máquinas, cultura general, etc. eran materias habituales en el Plantel de Huertas. Entre otras actividades este Plantel se embarcó en una aventura en principio buena: dar nombres a las calles y numerar las viviendas, pues hasta la fecha eran los barrios por los que se orientaba la gente. Digo que la idea no fue mala, pero sí el planteamiento de los nombres, cuyo responsable mayor fue el Agente o Responsable del Plantel y que pertenecía a Extensión Agraria, una persona poco conocedora de nuestra historia y limitada en el sentimiento con las cosas del pueblo. Esto dio como resultado el que se bautizaran las calles con nombres de flores, plantas y árboles, pasando a llamarnos Jardín de Trujillo.

Fruto de ello, dejamos de tener lechugas y tomates y nos sembraron perales, higueras dalias, gladiolos, etc. Terminada la labor, los vecinos comenzaron a engalanar sus calles, naciendo así un concurso de calles en las Fiestas del Rosario.

Pero también a finales de los 60 aparece en nuestro pueblo el transporte público: el autobús. Con él finalizó el calvario de los duros inviernos subiendo andando a Trujillo. Los estudiantes lo agradecieron en general, pues eran cuatro veces las que tenían que recorrer la Avenida para ir al instituto o los colegios del Sagrado, Hermanos o Carmelitas.

En el ámbito deportivo decir que en la temporada 1966-67 el equipo de fútbol Pre-JOC de Huertas participó en una competición local que dirige el nuevo presidente del Trujillo, don Elicerio Encina.

En el equipo oficial de Trujillo de esta temporada aparecen algún huerteño: Felix Cabello Sánchez, entonces soltero, con 21 años, con 58 kg de peso, 1,58 de estatura y jugando en posición de defensa derecho. También estaba Antonio Mateos Naranjo, con 17 años, que jugaba de medio-interior y que procedía de los juveniles; también Fernando Bermejo (senagüa), con 19 años, que jugaba de medio.

En el equipo juvenil estaban también Cesar Mateos Naranjo (cesina), Juan Manuel Sánchez Bravo y Julián Naranjo Fuentes (juliancín).

Termino este capítulo haciendo mención a un sacerdote que también tuvo su espacio en Huertas de Animas. Me estoy refiriendo claro está a Don Amador Caro Cancho.

Un 30 de abril de 1902 el pueblo de Zorita le vio nacer. Fue ordenado sacerdote el 29 de mayo de 1926. Después de pasar varios años en distintos pueblos, de Ibahemando pasó a prestar sus servicios a las Huertas en el verano de 1952, con lo que supuso estar casi 40 años como sacerdote de nuestro pueblo. Atendió el servicio hasta bien mayor pero su estado de salud le hizo ingresar en la residencia de ancianos. El 8 de noviembre de 1991 fue operado de urgencia en la residencia de Cáceres, muriendo a los tres días. Fue despedido con calor de cariño y entre los aplausos del público que abarrotaba el atrio, fue conducido a hombros hasta el cementerio.

Pero quizás el hecho más importante que aparece por estos años es la presencia en el pueblo de una persona, que aun siendo forastero, va a comenzar a echar raíces para hacerse más huarteño que el primero. Me estoy refiriendo a José Blanco Vicente, conocido por todos como Pepe el Cura. Fue en octubre de 1968 cuando hacía acto de presencia en Huertas un joven coadjutor que venía con la misión de ayudar a Don Amador, párroco oficial del pueblo. Sería el propio Don Amador quien animara a los jóvenes a recibirle y a causarle así buena acogida.

Cuentan los que allí fueron que les impresionó su imagen, muy distinta de la que hasta ahora se conocía. Las grandes patillas, la guitarra, sin sotana, etc., todo bastante distinto a la imagen de sacerdote que se tenía. Era pues el presagio de que al menos la religión del pueblo, podría dar un giro de 180°.

Pepe venía con ganas de trabajar y de innovar y desde luego para progresar lo mejor era agarrarse a la juventud, vehículo imprescindible para iniciar el camino. Nacía así el Centro Juvenil de Huertas de Animas.

El lugar que se había elegido para sede era el edificio colindante a la casa parroquial (la antigua Cilla). Las ideas y los planes se sucedían en cascada, al tiempo que los jóvenes se iban conociendo más y mejor, estrechaban más los lazos de camarería y de empresa común.

El acondicionamiento del propio edificio, las obra a realizar, el mobiliario y demás ya fue un reto duro pero también ilusionante: picado de paredes, forrar el techo de sacos contra la humedad, construir mesas, sillas, bancos de madera, mostrador original a partir de ruedas de carros, decoraciones de tipo rústico, muy de corte extremeño, etc. Esta forma de trabajar en equipo les hacía crecer en otros valores: compartir, cooperación, ayuda, creatividad, etc.

Y es que el lema bajo el que se forjaba todo esto era muy claro: SABER PARA SERVIR.

Pepe era un entusiasta de la música y esto propició la idea de crear un grupo musical que animara cierto ambiente de las Fiestas del Rosario. Nacía así La Tuna. Su único objetivo era rondar a la Reina y Damas de las Fiestas, la noche antes de ser proclamadas, es decir, el viernes. Esta mágica noche se viene repitiendo año tras año desde entonces, siendo una de las actividades que más gustan de todas las Fiestas del Rosario. Hay que decir que, puntualmente La Tuna ha actuado en otros momentos por razones muy justificadas, pero como cosa excepcional.

A veces también surgieron actividades entorno al pueblo, como por ejemplo una encuesta sobre la situación económico-social, en la que aparecían datos tales como: «éramos 2.040 habitantes, teníamos 15 tractores, 108 vehículos, 249 televisores, 214 frigoríficos, 122 lavadoras,412 familias con agua corriente, 493 familias con casa propia, 433 con alcantarillado en casa, etc».

Después del Centro Juvenil nuestro amigo Pepe el Cura descubrió que había una serie de matrimonios jóvenes que también podían vivir una experiencia parecida, surgiendo así el Centro de Matrimonios o de Cabezas de Familia . También allí se dieron actividades culturales, de ocio, de intercambio con los jóvenes. Fue ante todo un lugar de encuentro para los matrimonios y una manera de dar más vida a la mujer, que hasta las fechas, salía a divertirse bastante menos que los hombres, cambiando así la mentalidad de muchas mujeres y de los hombres. El primer lugar donde se montó este centro fue en un lugar típico de diversión de años atrás: el salón de bailes del «Capaó». Más tarde pasaría al edificio de las Escuelas del Reloj.

Y para no quedarse solos también a nuestros mayores se les ofreció la oportunidad de tener un lugar de encuentro, un lugar de referencia donde poder echar las partidas, tomarse el vinillo o contar sus batallitas de turno. La iglesia ofreció un ala de lo fue el Colegio de las Monjas, naciendo así el Hogar del Pensionista. Luego el Ayuntamiento tomaría carta en el asunto y acondicionó las escuelas del Resbaladero, mejorando las instalaciones.

Por su parte, Ezequiel Pablos Gutiérrez, volvía a la vida pública con un cargo más a sus espaldas, pues era nombrado Cronista Oficial de Trujillo. Las crónicas de la prensa de entonces manifestaban que este nombramiento obedecía a: «su personalidad, dedicación, amor a Trujillo, a su tierra natal, al estudio histórico y artístico y dedicación a estas labores durante más de 20 años de manera desinteresada». Lo de desinteresado era normal por ser algo innato en su persona. Y es que si hubiera que definir su carrera política, profesional y demás con algún valor, estos serían altruismo y la gratuidad. Y es que cuando las consultas había que pagarlas, eran muchas las personas que se iban a sus casas sin hacerlo, al saber que en sus casas lo estaban pasando mal y aun sabiendo también él, que en la suya tampoco andaban nada de boyantes. No digamos en los tiempos de alcalde, donde no sólo se pagaba el café que se servía en la Comisión Permanente, sino que invitaba siempre al resto de los miembros de la misma. La medicina a Don Ezequiel sólo le sirvió para sacar adelante y como pudo a la familia, porque donde verdaderamente él se veía realizado era en la cosa pública: sus discursos, su alcaldía, como Cronista y por supuesto, en los pregones del sábado de las Fiestas del Rosario.

Me contaba mi compañero Germán Petisco, Aparejador Municipal, que compartió con él algunos años, que en una ocasión y con motivo de las fiestas patronales de Huertas, le buscó para firmar un certificado en el que se debía especificar que el cierre de la plaza y los palcos de palos y tablones, estaban en perfecto estado para la celebración de las capeas. La cosa era complicada, puesto que lo hacían las cuadrillas de albañiles y las pandas a base de maderas, puntas, alambres y cuerdas. Y ya en alguna ocasión hubo algún problema. Le decía el Aparejador que era arriesgado y que los dos podían tener problemas y hasta costarles la cárcel, a lo que don Ezequiel contestó: «tranquilo hijo, que la Santísima Virgen del Rosario nos protege y en todo caso, de la cárcel al parlamento».

En el año 1970 hubo también una novedad: comenzaron a elegirse reina y damas infantiles . El resto de los días los festejos se resumían en capeas por la mañana y por la tarde, adornado con distintos juegos y fútbol (cucaña, pucheros, cintas en bicicletas, en motos, habilidades con coches, etc. Uno de los partidos de fútbol era el que enfrentaba a las «Viejas Glorias» y a las «Nuevas Esperanzas».

En el campo del Centro Juvenil, los domingos por las tardes se jugaba la liga zonal y a Huertas venían equipos de los pueblos de la comarca: Madrigalejo, Logrosán, Trujillo, La Cumbre, etc.

Aunque el acta fundacional del Club At. San José tiene fecha de 20 de enero de 1972, ya en no­viembre de 1971 se hace la compra de una cerca denominada Cerca Nueva, propiedad de Antonio Fernández Donaire y Sra., Luis Fernández Mateos y Sra y Esperanza Andrade Fernández y esposo. Estos en un principio venden a José Cabello González, (tío Pirri), Marcelino Rebollo Rebollo y Manuel Jaraíz Delgado, por un precio según el Registro de 5.000 pts., quienes posteriormente (1974) venderían al Club At. San José, una vez creada la Sociedad Deportiva.

El traje del club era azul-grana la camiseta y las medias y el pantalón azul.

En una fiesta organizada en Trujillo para dar premios a los deportistas, algunos huerteños fueron premiados: José Cabello (Constancia y Deportividad); A José Luis Retamosa y Daniel Díaz (juveniles)César Mateos (mejor Jugador de 2 o Regional).

En la temporada 72-73 se volvió a participar en las mismas competiciones, quedando campeones de juveniles y 5 o en 2 a Regional. La Federación Extremeña de Fútbol nos concedió el primer premio como Club Ejemplar de la Región. Tomás Retamosa, se llevó el premio a la deportividad, en los premios fin de temporada de Trujillo.

La ideología de izquierda estaba viva en la clandestinidad y ahora despues de la muerte de Franco tenía la oportunidad de dar a conocer sus planteamientos políticos.

En Huertas, el grupo Conciencia fue quizás la antesala de la organización del PSOE. Llegado un punto, este grupo de reflexión y acción quedó dividido entre los que querían seguir trabajando desde unas siglas políticas y los que lo hacían desde una perspectiva más apartidista.

Algunos huarteños que vivían en Cáceres, tales como Pedro Fernández Bravo, tomaban contacto con los socialistas y comunistas de la capital, como el famoso Pablo Castellano. La gente mayor del pueblo (Adolfo Femández-Gachura- Pedro Blázquez, etc.) hicieron de alguna manera de enlace con las nuevas generaciones y entre todos dieron lugar a que en 1978 surgiera la Agrupación Local del PSOE. El primer gesto como colectivo, de carácter marcadamente significativo, fue el de pedir la Casa del Pueblo. Por cierto, el alcalde en ese momento era Don Ezequiel Pablos. Y así, organizados, se caminaba hacia la preparación de las primeras elecciones municipales.

También la UCD quiso estar presente en todos los pueblos. Tenía que rentabilizar la abrumadora mayoría de las nacionales. El enlace con Trujillo del partido de Suarez era Jacinto de Tapia, pues un hermano del Presidente Nacional tenía una estrecha relación con el Sr. Tapia por razones de trabajo. Hay que recordar que la empresa de Jacinto de Tapia trabajó mucho en la provincia de Avila, de donde era natural Suárez. Pues bien, entre éste y otros, tales como Francisco García Serrano, Antonio Cisneros, etc., organizaron la UCD en Trujillo.

Aprovechando el bombazo de las elecciones nacionales de 1982, con un Felipe González desbordante y con una mayoría absoluta fuera de todas las previsiones, las municipales fueron en la misma línea y Huertas de Animas comenzó a ser la clave para poner el color al gobierno municipal de Trujillo y que en esta ocasión se decantó para el PSOE.

Sin embargo, y como si el sino del olvido viajara con nosotros por el túnel del tiempo, tuvimos y tenemos que seguir llorando, denunciando, criticando la falta de interés de los gobiernos municipales por todo lo que huele a Huertas.

Tenemos que estar recordando y exigiendo derechos, mejoras, calidad de servicios, etc. tal y como nuestros antepasados lo hicieron siempre, siglo tras siglo, desde que comenzamos a depender de la Ciudad